Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer
'Hablemos de otras violencias contra la mujer' es el título del comunicado emitido por el Grupo de Trabajo de Igualdad de Género del COPPA con motivo del 25N.
Publicado el: 25-11-21
El Colegio Profesional de Psicología de Aragón, en este 25 de noviembre de 2021, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, quiere señalar la importancia de reconocer e identificar las diferentes violencias que se ejercen contra la mujer para su eliminación tanto por parte de los y las profesionales de la psicología como de la ciudadanía.
Queremos visibilizar que existen muchas formas de violencia machista, algunas más fáciles de identificar como la violencia física, y otras que pueden pasar desapercibidas como consecuencia de la educación y la normalización de conductas, pero todas ellas forman parte del mismo sistema de violencias: psicológica, sexual, económica, patrimonial, vicaria, institucional...
Como profesionales de la psicología queremos publicar nuestro rechazo a todas las manifestaciones de la violencia machista y señalamos la necesidad de formación y conocimiento de las violencias más invisibilizadas entre la población destacando: la violencia psicológica, la violencia vicaria y la violencia económica.
La violencia psicológica incluye toda conducta, verbal o no verbal, que produzca en la mujer desvalorización o sufrimiento, a través de amenazas, humillaciones o vejaciones, exigencia de obediencia o sumisión, coerción, insultos, aislamiento, culpabilización o limitaciones de su ámbito de libertad, ejercida por quien sea o haya sido su cónyuge o por quien esté o haya estado ligado a ella por análoga relación de afectividad, aun sin convivencia.
Los comportamientos de control y abuso psicológico son cada vez más frecuentes en las relaciones de pareja en jóvenes, por eso creemos que es importante resaltar la importancia de conocer y reconocer estas violencias para ser capaces de identificarlas, abordarlas y erradicarlas.
La violencia económica, se lleva a cabo controlando el acceso de las mujeres a los recursos económicos, mediante la privación intencionada y no justificada de recursos para el bienestar físico o psicológico de una mujer y de sus hijos. Incluye estrategias como el impago reiterado e injustificado de pensiones de alimentos o la no asunción de los gastos de los menores, u otras como la creación de una dependencia económica de la víctima hacia su agresor, que termina afectando a su capacidad para generar recursos.
Esta violencia supone un empobrecimiento de las mujeres, de las madres, de sus hijos e hijas y les determina un impacto real en su salud, en su bienestar y en las opciones de futuro.
La violencia vicaria busca hacer daño a la víctima ejerciendo la violencia contra los hijos e hijas, animales, personas y objetos a las que esta le tiene apego y cariño. Se realiza de manera consciente y se ejerce de forma secundaria a la principal, utilizándose también como mecanismo de coacción y control.
Es, por tanto, también un tipo de maltrato infantil: los y las menores están inmersos en la violencia de género dentro de su familia, lo que afecta a su desarrollo evolutivo, a corto, medio y largo plazo. Los niños y niñas no son víctimas sólo porque sean testigos de la violencia entre sus progenitores, sino porque “viven en la violencia”. Son víctimas de la violencia psicológica, a veces también física, y crecen creyendo que la violencia es la pauta de relación normal entre personas adultas.
Las agresiones pueden ocurrir en su presencia o ausencia, pero influyen en el deterioro de los vínculos y contextos protectores. Las hijas e hijos experimentan las secuelas y escuchan sobre lo sucedido.
Entre los efectos indirectos más destacables se encuentra la merma en la capacidad de las víctimas, las madres, para ejercer su marentalidad adecuadamente así como la incapacitación que supone para los agresores ejercer correctamente su parentalidad.
Una consecuencia grave del daño sufrido es el bloqueo que puede sufrir la víctima- madre- que dificulta su capacidad atencional hacia las demandas externas, desaparece el autocuidado, y lleva al aislamiento. Lo que afectará negativamente al proceso de crianza.
Esto implica no desligar la paternidad del hecho de ejercer violencia, en cualquiera de sus formas, hacia la madre, y por tanto la capacidad de los agresores para ejercer una paternidad sana y responsable.

Grupo de Trabajo de Igualdad de Género